Reflexiono últimamente sobre el sentido y el efecto que tienen las redes sociales en los seres #humanos. Partiendo de la premisa de que todo tiene sus pros y sus contras, entiendo que las #redes son una ventana al mundo, una forma de conocer qué pasa o cómo se piensa a cientos y cientos de kilómetros de mi zona de confort.

Además de las funciones #sociales e #informativas, considero que tienen una función #terapéutica: las redes nos dan la oportunidad de expresar lo que sentimos o pensamos, cuando no sabemos o no nos atrevemos a decirlo en persona; nos permiten dar rienda suelta a nuestra imaginación para reinventarnos; nos ofrecen la posibilidad de saber sobre otras personas, alimentan nuestra curiosidad, porque en ellas, están expuestos todos nuestros méritos, acreditaciones, talentos, destrezas… Son un marco digital en el que podemos diseñar el mejor collage de fotos, para que nuestros compañeros vitales puedan admirar, recrearse y disfrutar de quienes somos y de cómo es nuestra #vida familiar, laboral, personal… Somos emisores y receptores de historias maravillosas. Pero, ¿cuánto de verdad hay en esas historias?
Como emisores de esos mensajes: ¿por qué nos empeñamos en demostrarle al mundo que somos extremadamente felices, que tenemos una familia envidiable, un éxito profesional al alcance de pocos, un cuerpo de “fotochop”, incluso que una enfermedad o un accidente nos ha alegrado el día…? Y como receptores de esa información: ¿por qué nos lo creemos todo, y dejamos que nos invada la envidia, la frustración, el sentimiento de expectativas no cumplidas…?
Seamos honestos y coherentes. Por una parte, nuestro afán de vendernos como algo perfecto, nos convierte en alguien increíble, como algo difícil de creer, el “in” antepone el “no” a la creencia. Y por otro lado, llevo lo suficiente vivido para reconocer una película de ficción. Y si resultase que todavía estoy en una edad en la que me creo que puedo manejar estos aspectos, pero la falta de experiencia no me ha dado la clarividencia para ver tu trampa, entonces necesitaré de un adulto avispado que me explique y prevenga sobre los “vende motos”. Porque resulta que todos somos de la misma especie y como pasa en la naturaleza, los de la misma especie se huelen y se reconocen. Y si a mí hoy ha venido a fastidiarme el día un inconsciente, tú no estás libre de esa suerte. Nada en este mundo te hace diferente a mi. Porque si tienes el dinero que dices que tienes, y viajas y disfrutas tanto como cuentas y estás tan impresionante físicamente… algo te falta seguro. Es pura estadística. Elige tú la palabra que defina mejor lo que te falta. Pero “ESA NECESIDAD TUYA DE VENDERTE A CADA MOMENTO ES LA QUE NADIE COMPRA” (inspiración de @currrubira)
Y ¿si le damos una vuelta a cómo podemos utilizar esas redes sociales en beneficio de otros y bienestar nuestro? Se me ocurre que podríamos publicar sobre otras personas, personas de carne y hueso, sin ningún afán de presumir de nada, pero que aportan cosas buenas y bonitas al mundo. Podríamos hablar sobre ellos, y no hacer públicos ni su nombre ni su imagen. Podríamos contar miles de historias tristes y felices, sobre muertes y sobre supervivientes, sobre los diferentes tipos de familias y sociedades que existen… Podríamos inventar unos personajes originales y acompañarlos de frases sabias (como crea nuestro artista @currorubira) En definitiva podríamos hablar de las #personas. Somos muchos, diferentes y únicos. Todos somos felices algún día (mi forma de entender la felicidad no es tu forma de entender la felicidad), todos nos sentimos guapos en algún momento (mi concepto de la belleza no es tu concepto de la belleza) y todos tenemos la familia que nos ha tocado (porque eso no se elige), y depende de ti que quieras presumir de ello y de mi creerlo.
Termino este artículo hablando de algo en lo que siempre me repito: la #responsabilidad. Somos los responsables de lo que queremos contar y los responsables de lo que queremos pensar.
UpGrow by Genoveva Díaz